El silencio de José

Silencio

Si pudiéramos definir a nuestra sociedad actual con rasgos muy particulares muy probablemente el silencio no sería uno de ellos. Estamos cargados de ruidos internos y externos desde que nos levantamos hasta que por la noche regresamos al descanso nocturno, y esto hace que pasemos constantemente estimulados durante nuestra actividad diaria. Hemos matado al silencio con la televisión, la radio, las redes sociales, las plataformas streaming y pareciera que deseamos enterrar el silencio pues es algo del pasado, de una época en la que irremediablemente no había manera de alejarse de él. Hemos llegado hasta el extremo de callar físicamente pero virtualmente en las redes sociales destruimos el silencio (y muchas veces la paz) comentando cualquier publicación, tanto si es de nuestro agrado como si no lo es. 

San José es reconocido en la Iglesia como el santo del silencio, pues ante él todos los ruidos de la historia no tienen cabida ya que en la intimidad de su humilde corazón no hay espacio para distractores del misterio del Dios encarnado que él ha contemplado con sus ojos. Raniero Cantalamessa en su libro "Un himno de silencio" haciendo eco de Argentan llama a José como la sombra del Padre, porque en la tierra ha hecho las veces del Padre Celestial y es como su imagen discreta y silenciosa. San José expresa con su vida el silencio del Padre, pero mucho cuidado en creer que este silencio tiene una connotación negativa como si él se hiciera de oídos sordos ante nuestras súplicas, cuando no es así. El genial Roberto Benigni que nos ha regalado la maravillosa película "La vida es bella" dice en una de las frases "el silencio es grito más fuerte" y esta frase es para mí una forma de hablar de la voz del Padre que nos habla en el silencio del corazón, un Padre amoroso que nos llama con amor. También este silencio grita desde la realidad de los pobres, los abandonados, los que han sufrido injusticias, los desaparecidos, los despatriados, los que viven en la calle y que con su sola presencia nos remiten al Dios hecho carne en la pobreza del taller de Nazaret, quien es la Palabra más hermosa pronunciada por el Padre y ante el cual san José quedó mudo pues cuando Dios habla el hombre calla.

Que bien más grande nos haría incorporar el silencio a nuestra vida, como dispondría nuestra interioridad no solo para contemplar el misterio de Dios que clama en los rechazados hablándonos al corazón sino también como un bien físico que nos llevaría a desacelerar nuestra vida y sanar la caótica tormenta en la que vive nuestra sociedad. 

San José, hombre del silencio. Ruega por nosotros. 

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